Es un libro conceptual. La prueba viviente de que los libros para niños pueden ser cualquier cosa. Que se puede abordar cualquier tema y huir de la simpleza en la que se cobijan algunos autores infantiles. En él los elementos metanarrativos cobran especial importancia. Aunque aborda cuestiones trascendentales como la pérdida o la desgracia, lo que llama verdaderamente la atención es la reflexión que hace sobre la materialidad del libro y sus significados.
Una reflexión de estas características no podía tener mejor canal de expresión que el de un pop-up. Los pop-up rompen los contornos del libro y los ponen en cuestión. Aquí no aparecen hasta el final, cuando la narración lo exige. El protagonista necesita transgredir los límites materiales del libro en el que está confinado. Sólo así podrá escapar a un destino en ruinas. Entonces las dimensiones del libro van descubriéndose progresivamente. Primero, de forma sutil, el volumen queda sugerido dentro de la propia ilustración. Luego, con algunas simples solapas. Hacia el final se produce todo un estallido de papel en forma de figuras dobladas que rebosan completamente la bidimensionalidad del libro.